Brasil: saliendo del coma
26 December 2017
Es verdad que hay señales positivas en Brasil, y no son pocas. Pero el futuro cercano puede entrampar todo de nuevo.
Con un año más de gobierno, el presidente Michel Temer logró estabilizar la economía, pero es impopular y puede dar lugar a una opción populista. Foto / Beto Barata
Brasil cierra el año de 2017 con otro ánimo, nadie lo puede negar. Luego de un crecimiento nulo en 2014, y contracciones en su PIB del 3,8% y 3,6% en 2015 y 2016, respectivamente, de alcanzar una tasa de desempleo de casi un 13% y de disminuir su tasa de inversión a casi cero durante dos años, el país ya no vive lo peor de su recesión.
Ahora ha cambiado mucho. Con la caída de la tasa básica de intereses del Banco Central (7,25% al año al cierre de esta edición), el control de la inflación y la estabilización de las expectativas, comenzó a suegir una pequeña colección de buenas noticias.
En septiembre las ventas del comercio minorista subieron un 6,4% interanual. La población ocupada en el tercer trimestre creció un 1,6% frente el mismo periodo del año anterior (cerca de 1,5 millón más de personas ocupadas).
En lo que se refiere a la construcción, se notan señales de reactivación del mercado inmobiliario, con un crecimiento interanual del 69% en las ventas de las seis mayores empresas del rubro. Esta cifra corresponde al potencial de venta de los proyectos lanzados al el mercado, y su crecimiento indica que la creación de nuevas unidades son una realidad.
La tendencia optimista se confirma por la expectativa de crecimiento para el año. El índice del Banco Central, el IBC-Br, anotó su tercera tasa positiva consecutiva: 0,58% en el tercer trimestre, después de un 0,39% en el segundo y 1,1% en el primer, siempre en comparación con 2016.
Finalmente, la mayoría de los actores de la economía prevé para este año un crecimiento de entre un 0,4% y un 0,9% mientras que para 2018, importantes bancos apuestan un crecimiento aún más consistente. El brasileño Bradesco, por ejemplo, pronostica un 2,8%, el estadounidense Goldman Sachs estima un 2,7%.
Dudas
Para aumentar la claridad luego de la tormenta, los planes de infraestructura del gobierno federal también se están llevando adelante. La última novedad fue el anuncio de un programa de obras públicas para la finalización de proyectos que fueron paralizados durante la crisis de la deuda pública. El programa Avanzar tiene un presupuesto confirmado de cerca de US$40.000 millones para la conclusión de 7.439 obras.
El listado tiene de todo: 57 obras viales, dos ferroviarias, 16 recuperaciones de aeropuertos, 11 obras portuarias, 50 obras de saneamiento, 150.000 viviendas sociales del programa Mi Casa Mi Vida, además de docenas de obras comprometidas en escuelas, centros deportivos e unidades de salud pública.
Cualquiera que siga la historia de Brasil sabe que las promesas pueden ser muchas, las entregas pocas. Para evitarlo, el gobierno se ha comprometido a tener todo, o al menos una etapa de cada proyecto, terminado al finales de 2018. Ahora el objetivo es terminar las obras , en lugar de iniciar nuevas.
Hace sentido, incluso porque el programa PPI, anunciado como una gran iniciativa de APPs de infraestructura y privatizaciones, avanza lentamente debido a su naturaleza más compleja. Hasta el momento, este programa logró en concreto exitosas concesiones de cuatro aeropuertos, la vuelta a la subasta de campos de exploración de petróleo, y el anuncio de la privatización de la estatal de energía Eletrobrás. Pero es improbable que todo su enorme listado de iniciativas avance de manera consistente en lo que resta del año de gobierno.
Laa gran duda que pesa sobre la mayor economía de América Latina: ¿qué será de su futuro político? (ver recuadro).
Dependiendo de lo que pasa en las elecciones de 2018, Brasil puede verse entrampado nuevamente en políticas de carácter estatista y populista. En lo que respecta a la construcción, la reconfiguración del sector puede verse impactada por decisiones que podrían paralizar las reformas estructurales y mover el país de vuelta a la era de los subsidios irresponsables.
Es así como el momento actual involucra sentimientos mixtos: por una parte, se celebra alguna recuperación económica producto de esfuerzos fiscales e iniciativas correctas, pero por la otra su continuidad está supeditada a una confirmación en las urnas en 2018.
Cambio cultural
Entre las más de 7.000 iniciativas del programa Avanzar, está la recuperación del centro de convenciones Anhembi, en São Paulo.
No obstante, la visión profesional del sector, que siempre mira más allá, consigue percibir problemas que generalmente quedan ocultos.
En entrevista con CLA, el empresario y presidente de la Cámara Brasileña de la Industria de la Construcción (CBIC), José Carlos Martins, habló de un aspecto menos considerado, pero de potencial explosivo para el desarrollo de la infraestructura en el país, su enorme burocracia.
“Quien trabaja en el día a día de la construcción sabe que si un fiscal aparece en su sitio de trabajo y resuelve que su ascensor de servicio está mal, la obra queda clausurada y no hay superior que la libere”, critica Martins.
El representante sectorial hace un llamado a un cambio cultural, que sabe será lento, pero necesario. Y ejemplifica con detalles los problemas vividos por la construcción brasileña a diario. “No se puede embargar una obra porque el tipo de camión que está en el sitio no es igual al que estaba especificado en la licitación inicial”, dice.
Sobre la reciente subasta de campos de exploración de petróleo (sector que tiene el potencial de destrabar muchas inversiones en Brasil y generar un significativo movimiento económico), Martins critica el tema de los permisos. “Esta reciente subasta fue la más exitosa y a la vez la más frustrante. Exitosa porque los pozos subastados obtuvieron un precio final con el lucro en toda la historia. Frustrante porque gran parte de los pozos no tuvo interesados. ¿Cuál fue la diferencia entre unos y otros? Algunos tenían permiso ambiental, y otros no”.
De acuerdo con el presidente de la CBIC, hay casos de empresas que desde 2011 ganaron competencias para exploración de petróleo en Brasil y todavía siguen sin su permiso ambiental.
“¿Quién va a invetir en el país bajo estas condiciones? Los inversionistas no tienen este tiempo, basta pensar en el costo de su capital. Eso es lo que vengo conversando con el Gobierno. Vamos a tener dinero porque la tasa de interés cayó, los programas de obras están caminando, pero existen estos factores estructurales que hay que encarar. Es un cambio cultural que hay que agilizar para que se destrabe todo y el país pueda realmente desarrollarse”, afirma.
Martins relaciona este problema con la tan comentada llegada de las constructoras internacionales a Brasil, luego de la crisis de las grandes constructoras tradicionales que se involucraron en corrupción y que tienen su futuro incierto. “Las constructoras multinacionales están con sus ojos puestos en nosotros. Pero no son tontas. Conocen las dificultades del mercado brasileño. Creo que se puede decir que están en compás de espera, conscientes del potencial del país y sus necesidades, pero también muy preocupadas con estos problemas”, dice.
Por todo lo señalado anteriormente, el representante máximo de las constructoras de Brasil confía que el actual momento es más sano que lo vivido en los años anteriores. Reconoce que los esfuerzos macroeconómicos son positivos y tienen resultado, además de percibir ventajas en programas como el Avanzar y las concesiones y privatizaciones de infraestructura. Pero preguntado si considera que el país se está recuperando, dice: “sólo puedo decir que creo que sí”.
En la política, sigue el baile
La enorme reestructuración de las fuerzas políticas de Brasil sigue en proceso, lo que dejará un escenario oscuro por algún tiempo más, al menos hasta que las elecciones de octubre de 2018 apunten el rumbo del futuro.
Hasta su último día, el gobierno de Michel Temer intentará perseverar en su agenda de reformas macroeconómicas que ayuden a traer mejores condiciones de productividad a la economía. Lo principal es la reforma del sistema público de pensiones. Será una tarea muy difícil, ya que después de dos grandes procesos de denuncia de corrupción asociada con el empresario Joesley Batista, su mayoría parlamentaria ya no es lo que fue.
Además, el generoso sistema de pensiones de Brasil (principal responsable del galopante endeudamiento público) tiene gran parte de la sociedad a su favor. Por ende, la clase política, a meses de una elección, no quiere restringir las pensiones y pagar el precio de menos votos. Probablemente, si se aprueba, algo será insuficiente.
Pero lo principal es lo que viene después.
Si Lula escapa de la Justicia y logra candidatearse tiene serias chances de ganar, y es unánime entre los economistas que esto será malo para la economía.
El ex capitán de Ejército, Jair Bolsonaro, viene con fuerza en las encuestas, con un discurso de extrema derecha y promesas de endurecer las leyes contra la criminalidad. De él, sólo se sabe que ignora casi todo de economía, y como diputado ha votado siempre contra reformas modernizadoras.
Por otra parte, sigue la búsqueda de un nombre viable que pueda ocupar el centro pro mercado. El tradicional partido social demócrata, PSDB, vive una guerra interna abierta entre el gobernador del estado de São Paulo, Geraldo Alckmin, y el alcalde de la ciudad de mismo nombre, João Doria.
Una pléyade de otros nombres aparece todos los días en los medios. La ex senadora Marina Silva, el senador Alvaro Días y el ex ministro Ciro Gomes son políticos tradicionales, pero ninguno con fuerza política suficiente hasta el momento. Quizás más chance tendría el actual ministro de Hacienda, Henrique Meirelles, de quien se comenta una candidatura, jamás confirmada.
El vacío es tan pronunciado que el conductor de televisión Luciano Huck (rico empresario de sectores como moda para jóvenes y famoso hace muchos años) considera la opción presidencial y es tomado en serio por algunos partidos.
Lo que de seguro tiene Brasil por delante en su elección presidencial de 2018 es un período de relativa incertidumbre de ahora hasta allá.