Brasil: expectativas moderadas
08 March 2021
Con un producto interno bruto negativo cercano al 4% en la mejor de las hipótesis para el difícil año de 2020, la economía de Brasil entra a este año con una misión muy dura. Recuperarse de la caída provocada por la pandemia no será una tarea trivial, ya que ella no fue peor sólo por los enormes aportes fiscales a la sociedad y a las empresas que debió hacer el estado, los que representaron triplicar el déficit público federal.
La triste verdad es que los problemas que se venían arrastrando desde la recesión del período 2014-2016 nunca tuvieron un tratamiento ni cercano a una solución. La realidad de los últimos cinco años siempre fue la de un país con una tasa de crecimiento no mayor al 1%, un nivel de desempleo que se estabilizó en cerca del 14% (pero que de acuerdo con otras fuentes puede llegar a más del 20% si se contabilizan los grupos que ya no buscan trabajo), y una pesada desindustrialización. De acuerdo con datos de la Confederación Nacional del Comercio, el país vio como cerraban sus puertas cerca de 36.600 fábricas entre 2015 y 2020.
La situación de estagnación económica casi permanente encontró, en el año pasado, un alivio traído por el Banco Central. Con tan baja demanda interna en la economía, la tasa básica de intereses del país pudo bajar a un nivel histórico, y actualmente está en un 2%. Producto de esto, se recuperaron ciertos sectores económicos que son dependientes del consumo a largo plazo, como el inmobiliario, y esto generó un repunte significativo en la actividad de construcción de edificios y toda la cadena productiva asociada.
Pero la verdad es que la construcción sola no es capaz de revertir la dramática situación económica general, principalmente porque mientras su actividad de edificación urbana va bien, la infraestructura de grandes obras no anda al mismo ritmo.
A todo este complejo escenario se sobrepuso la pandemia del covid-19 con todos sus bien conocidos efectos. Resultado final: sin presentar soluciones suficientes para los problemas económicos del país, el gobierno de Brasil ahora ve por delante un nivel de endeudamiento interno inédito y pocas capacidades de generar crecimiento sin que se acelere la vacunación de la población. Y esta última parte, lamentablemente, no promete grandes avances. Hasta el momento, Brasil ha vacunado poco más del 1% de su gente, y por no contar con lotes de vacuna realmente acordes al tamaño de su población, el gobierno deberá esperar al 2022 para cerrar el proceso de vacunación.
Percepción de riesgo
El panorama de inestabilidad se percibe en los sectores económicos. Recientemente, un manifiesto firmado por 13 asociaciones empresariales relacionadas al sector de construcción pide más responsabilidad del gobierno federal. Entre las entidades que lo firmaron están ALEC, que representa las empresas de arriendo de equipos, y Sobratema, que reúne los fabricantes brasileños e internacionales de equipos pesados.
“Lo que vivimos es una crisis sin precedentes. Los poderes necesitan ejercer sus funciones de manera ajena a los partidos, mirando siempre el bienestar de la población en primer lugar (…) La pandemia ha desestabilizado a todo el país, la gente tiene miedo y se hace indispensable la inmunización de todos, independiente de la procedencia de la vacuna, mientras esté autorizada por la ANVISA (organismo federal de vigilancia sanitaria)”, dice el documento.
El manifiesto de las asociaciones muestra una preocupación que afectó a todo el país al principio de 2021. Cuando se anunciaron las primeras vacunas y sus aprobaciones en muchas partes del mundo, los organismos federales de salud de Brasil no demostraron el sentido de urgencia esperado para iniciar la vacunación masiva. Además, el hecho de que la primera vacuna disponible para los brasileños fuera de origen china trajo problemas de orden político. Las conocidas restricciones ideológicas del actual gobierno de Brasil a China hicieron que el mismo presidente Jair Bolsonaro hablase en contra de la vacuna producida por la empresa Sinovac y licenciada al instituto brasileño de biotecnología Butantan.
El resultado de la disputa política alrededor de las vacunas resultó en un impase que ahora hace que Brasil tenga pocas dosis para ofrecer. Los impactos económicos de esta situación son evidentes: se retrasa la retomada de la actividad en la mayoría de los sectores. Es así como la previsión para la actividad en los dos primeros trimestres es negativa para una gran cantidad de economistas. “El primer trimestre será trágico, y quizás el segundo igual sea problemático”, dice el profesor de economía de la Universidad de Brasilia, José Luis Oreiro.
Una de las principales encuestas sobre PIB en Brasil, el Reporte Focus, realizado por el Banco Central con agentes del mercado financiero, mostró que el promedio de las expectativas confirma lo que dice el profesor Oreiro. En 17 de febrero, el promedio de las expectativas del PIB de 2021 había vuelto a caer. En la edición anterior del reporte, era de un crecimiento del 3,47%, mientras que ahora es del 3,43%.
De acuerdo con el mismo Reporte Focus, la caída de la economía durante 2020 habría sido de un 4,3%. Simultáneamente, la expectativa promedio para la tasa básica de interés es de aumento, lo que no deja de ser sorprendente. El mercado espera que la tasa básica sea de un 3,75% al final del año, casi el doble del nivel actual. Resulta algo difícil de comprender un alza tan pronunciada en los intereses mientras el país vive una realidad de baja demanda interna y alto desempleo. “Proponer un alza en los intereses ahora es como darle cloroquina al enfermo por covid-19; no tiene efecto positivo y puede empeorar el estado de salud”, dice el profesor Oreiro.
El consumidor viene resintiendo alzas importantes en ciertos precios del comercio minorista, casi todos como reflejo de la devaluación cambiaria en Brasil. En tanto, la expectativa promedio para la inflación de 2021 de acuerdo con el reporte del Banco Central no es más que un 3,62%. De manera que vienen creciendo las voces que afirman la necesidad de no subir la tasa de interés, porque esto retrasaría aún más la reactivación de la economía de Brasil.
Inversiones
En este complicado escenario, el país sigue tratando de moverse, y los inversionistas privados tienen algunos puertos seguros para aportar su capital. Afortunadamente, la construcción inmobiliaria es uno de estos destinos.
De acuerdo con la asociación Abrainc, que reúne empresas de compraventa de terrenos y bienes raíces para inversión inmobiliaria en Brasil, el trimestre septiembre-noviembre mostró un alza del 19,7% en la colocación de unidades residenciales al mercado, frente igual período del año anterior. En los 12 meses terminados en noviembre de 2020, el lanzamiento de nuevas unidades fue un 2,5% superior a los 12 meses anteriores. El número de ventas de nuevos departamentos y casas en Brasil creció un 28,9% entre septiembre y noviembre en comparación interanual.
Lo que explica este dato muy positivo dentro de un contexto de alta incertidumbre es el mantenimiento de las bajas tasas de interés con el reinicio del programa de vivienda social federal, ahora con el nombre Casa Verde e Amarela. El programa de subsidios a la construcción y venta de vivienda social sigue manteniendo el sector. Nada menos que un 86,6% de las nuevas unidades puestas en el mercado en los 12 meses terminados en noviembre eran parte del programa. En las ventas la realidad se da igual: un 77,2% del total de ventas de inmuebles en los 12 meses hasta noviembre fueron de vivienda subsidiada.
Con ello, toda la cadena de suministro para la construcción inmobiliaria se mantiene activa. El sector cementero, por ejemplo, dio a conocer que en diciembre sus números seguían buenos, con un crecimiento del 16,6% en comparación a diciembre de 2019 (4,7 millones de toneladas vendidas). En la comparación con el mes anterior, en tanto, hubo una caída de un 13,2%, lo que tanto puede indicar un freno a la demanda como puede ser solamente reflejo de un mes típicamente menos activo. Sea como sea, el resultado del cemento en diciembre consolidó un año de crecimiento significativo: un 10,9% sobre 2019, con ventas de 60,8 millones de toneladas.
“Los principales vectores del crecimiento en la actividad fueron el auxilio de emergencia, la autoconstrucción y las obras inmobiliarias, que garantizaron un 80% de las ventas de cemento”, afirma el Sindicato Nacional de la Industria Cementera (SNIC).
Con este antecedente, se encaja la pieza que falta para explicar el rompecabezas de la economía del Brasil de hoy en día. La expresión “auxilio de emergencia” entró al vocabulario nacional con la pandemia de covid-19. Durante unos siete meses, más de 60 millones de personas recibieron en su conjunto más de 300.000 millones de reales para que pudiesen sobrevivir a los días de parálisis e inestabilidad económica que cerró muchas pequeñas empresas y aumentó el desempleo.
Pero, en un país con una renta per capita de menos de US$ 10.000 y mucha desigualdad de ingresos, la distribución de un apoyo financiero excepcional, por el valor de 600 reales (cerca de US$ 110) fue capaz de generar un poder adquisitivo promedio más grande que lo que tenía la mayoría de los que lo recibieron. Por difícil que sea creerlo, la gente apoyada por el auxilio de emergencia pasó a tener mejores ingresos – en su mayoría – que lo que tenía antes de la pandemia.
Evidentemente, parte significativa del auxilio de emergencia se transformó en obras en las favelas y periferias urbanas, además de mejor nivel de consumo entre los más pobres. Sin embargo, la economía nacional habrá caído en 2020 entre un 4% y un 4,5%, lo que hace que pensar con escalofríos qué habría del país sin este auxiliodeAsí las cosas, la conclusión forzada por la realidad es que los principales factores para la recuperación económica de Brasil son la vacunación masiva y la continuación de algún nivel de auxilio financiero a la gente (ya en discusión en el Congreso). Pero ambos factores, si se llevan a cabo, apenas devuelven Brasil al estado de bajo crecimiento de los años anteriores.